No sé si a ustedes les pasa, pero en ocasiones he notado que muchas personas suponen tener una clara idea de cómo son los demás y por tanto explican con aires de suficiencia por qué se comportan así, muy en la línea de lo que Wilde opinaba sobre el buen gusto: "Creo que el buen gusto es lo que mejor repartido está en este mundo, pues la mayoría están convencidos de tenerlo que no creen necesitarlo".
Y con esa habilidad congénita autoproclamada creemos que los psicólogos salen sobrando, que no hacen más que decir obviedades que cualquiera sabría, hasta ahí creo que cualquier estudiante de psicología asentaría con la cabeza en señal aprobatoria de que no cualquiera es capaz de interpretar razonablemente la conducta. Pero... ¿Y cuando los propios psicólogos cometen esos errores? En cuadro chico: caen en la trampa del error fundamental de atribución, algo contra lo cual se les advierte en sus clases de psicología social para no ir por el mundo con la percepción sesgada convirtiéndose en psicólogos ingenuos. Algo contra lo que ya Heider nos advertía al explicar el fenómeno de percepción social, brevemente: trataba de explicar cómo una persona desprovista de información comprende el sentido de la conducta de otra persona.
Lo sé, más de uno saltaría diciendo "Oiga, eso en mi rancho se le llama juzgar sin fundamento" y no le faltaría razón. Lo que causa mi desazón es que aún y sabiendo ese principio, al menos los que estamos en este rollo de la psicología, no sepamos incorporarlo a nuestro repertorio de conductas adaptativas y por tanto pasemos por muchos malos ratos tan solo porque actuamos en automático víctimas de ese sesgo cognitivo, porque claro, una cosa es que nuestros sentidos perciban algo pero otra muy distinta -y acaso crucial- es la de interpretar ese algo, por eso en las relaciones interpersonales el conflicto surge cuando presas de ese mecanismo increpamos a la otra persona con calificativos al estilo de "siempre haces lo mismo porque tu eres así", un silogismo perverso al que la persona calificada erróneamente podría responder airadamente ¿Siempre?
Hablándolo con un colega me decía "Bueno, pero es que al final somos humanos y es parte de la humanidad que nos dejemos llevar cometiendo esos errores" ¿Entonces el conocimiento sirve para encerrarlo en estantes académicos que muchos leen pero pocos aplican? Quizás peque de ser pragmático pero pienso que si el aprender y aplicar algo, no solo en las personas con las que tratamos profesionalmente sino en nosotros mismos, nos hace ser más felices y menos vulnerables a enzarzarnos en disputas estériles ¿Por qué no hacerlo?
Y con esa habilidad congénita autoproclamada creemos que los psicólogos salen sobrando, que no hacen más que decir obviedades que cualquiera sabría, hasta ahí creo que cualquier estudiante de psicología asentaría con la cabeza en señal aprobatoria de que no cualquiera es capaz de interpretar razonablemente la conducta. Pero... ¿Y cuando los propios psicólogos cometen esos errores? En cuadro chico: caen en la trampa del error fundamental de atribución, algo contra lo cual se les advierte en sus clases de psicología social para no ir por el mundo con la percepción sesgada convirtiéndose en psicólogos ingenuos. Algo contra lo que ya Heider nos advertía al explicar el fenómeno de percepción social, brevemente: trataba de explicar cómo una persona desprovista de información comprende el sentido de la conducta de otra persona.
Lo sé, más de uno saltaría diciendo "Oiga, eso en mi rancho se le llama juzgar sin fundamento" y no le faltaría razón. Lo que causa mi desazón es que aún y sabiendo ese principio, al menos los que estamos en este rollo de la psicología, no sepamos incorporarlo a nuestro repertorio de conductas adaptativas y por tanto pasemos por muchos malos ratos tan solo porque actuamos en automático víctimas de ese sesgo cognitivo, porque claro, una cosa es que nuestros sentidos perciban algo pero otra muy distinta -y acaso crucial- es la de interpretar ese algo, por eso en las relaciones interpersonales el conflicto surge cuando presas de ese mecanismo increpamos a la otra persona con calificativos al estilo de "siempre haces lo mismo porque tu eres así", un silogismo perverso al que la persona calificada erróneamente podría responder airadamente ¿Siempre?
Hablándolo con un colega me decía "Bueno, pero es que al final somos humanos y es parte de la humanidad que nos dejemos llevar cometiendo esos errores" ¿Entonces el conocimiento sirve para encerrarlo en estantes académicos que muchos leen pero pocos aplican? Quizás peque de ser pragmático pero pienso que si el aprender y aplicar algo, no solo en las personas con las que tratamos profesionalmente sino en nosotros mismos, nos hace ser más felices y menos vulnerables a enzarzarnos en disputas estériles ¿Por qué no hacerlo?